jueves, 23 de agosto de 2012

Una noche de miseria y exclusión.

Lo mejor que tiene la negrura de la noche es que permite apreciar como nunca la belleza y la luminosidad de las estrellas, a las que pedimos se conviertan en nuestras guías cuando la pena nos ahoga, las preocupaciones nos abruman o cuando el camino a seguir se nos muestra como un jeroglífico irresoluble.

Esto le debe pasar a Verónica Estevan y a muchos, demasiados, españoles como ella. Su historia se resume en una carta que escribió al presidente del Gobierno, señor Rajoy, y que el diario El País publicó en el ejercicio de ese juramento hipocrático que debe regir la actividad de los profesionales de la información como un mandamiento irrenunciable: la denuncia de las situaciones injustas.


Verónica Estevan no ha cobrado los 400 euros ni la ayuda a la dependencia

Verónica Estevan ayuda a su madre dependiente a tumbarse en la cama. / JOSÉ JORDÁN

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Sola y sin ayudas. Verónica Estevan, valenciana de 37 años, no ha recibido en julio los 400 euros del Plan Prepara y tampoco la ayuda a la dependencia que le reconocieron a su madre el pasado diciembre. “Ni un solo mes”, asegura. 

Pero su vida no siempre fue así. Licenciada en Relaciones Laborales y con varios másters, recalca que para ella el trabajo es “sagrado” y siempre se ha esforzado por hacerlo bien. “Pero la vida me dio un revés”, dice en referencia al fallecimiento de su padre en 2008 y al deterioro de la salud de su madre desde 2009. Antes tenía un buen sueldo (36.000 euros anuales en su mejor época) y sueños por delante. Ahora, después de abandonar su empleo, su día a día se centra en cuidar de su progenitora y llamar insistentemente preguntando cuándo llegará el dinero. “No puedo buscar un empleo si no me ayudan. No puedo dejar a mi madre sola”, explica. “Intenté montar una empresa en casa, para hacer nóminas, pero era imposible”. Tampoco sale, y para ir a la farmacia le pide a una vecina que se quede en casa “por si pasa algo”. Estevan dice sentirse “atrapada” en su barrio.

Desesperada, se tragó su orgullo —“es terrible suplicar y pedir limosna a tus dirigentes”, dice— y escribió un correo electrónico al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, pidiendo ayuda. “Yo le voté, no me decepcione por favor. Haga algo”, decía la carta. También ha escrito a cargos políticos valencianos relacionados con el bienestar social. Ninguna de sus misivas ha obtenido respuesta.

Estevan empieza a pensar que se le agotan las opciones. Sin colchón familiar y sin dinero, los vecinos son su única red de salvación. “Pero los supermercados no dan comida gratis”, dice.“Yo sé que las cosas están mal, sé lo que es la prima de riesgo y conozco la situación de España”, esgrime. Pero Estevan insiste en que no pide ayuda por capricho, sino por necesidad. “Si recibiera la dependencia podría contratar a alguien y trabajar a media jornada”, afirma con esperanza. Pero rápido sus palabras vuelven a la realidad: “Estoy desesperada. El daño y las deudas las llevo dentro”.

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¿Cómo es posible que en MI país se produzcan situaciones como ésta? ¿Y dicen que esto no es Uganda? Estoy perpleja... indignada y abatida. Acabo de recibir una sonora bofetada, pero, como respuesta, quiero invocar a la legítima defensa, a la dignidad de pacientes, familiares y cuidadores, a los derechos sociales y humanitarios más elementales, a la necesidad de salir de este círculo vicioso y perverso de la insolidaridad del propio Estado, de abrir puertas y desamordazar bocas, de instaurar el reinado de la fraternidad y ratificar la urgencia de despegarnos del suelo y analizar desde una atalaya más elevada lo que está sucediendo... Es tiempo de LUCHAR.
¡Ánimo, Verónica! No pidas, no ruegues, EXIGE. No tires la toalla, no te resignes, PELEA. Iremos adonde tengamos que ir y haremos lo que sea preciso hacer. Un ejército de ciudadanos anónimos estamos contigo para ayudarte a superar este drama que, lamentablemente, se repite en miles de hogares de este sufrido, alienado y atemorizado país en que se ha convertido España.

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Y, sigo leyendo.

La pobreza, el rostro más dramático de la crisis.
          José Oneto     José Oneto
...Mientras se sigue hablando de recortes  y de ajustes, millones de españoles están sufriendo las peores consecuencias de una crisis que les ha colocado en el umbral de la pobreza y de la exclusión social.
Si ayer la noticia que nos conmovía,  y que no podíamos creer, era que en muchos países de Europa, especialmente en Noruega, decenas de familias, están contribuyendo económicamente (400 euros mensuales)  para sostener a familias españolas sin recursos económicos,  a través de apadrinar a  un niño, igual que hace años desde España apadrinábamos niños de Biafra y de Latinoamérica, hoy nos hemos despertado con algo también increíble: el Ayuntamiento de Gerona ha ordenado sellar los contenedores de basura que están en los alrededores de los supermercados, para evitar que muchos ciudadanos revuelvan entre la basura y desperdicios a la  búsqueda de alimentos “ante el riesgo para la salud que puede comportar y la alarma social que provoca”.
La “alarma social” que tanto preocupa a los responsables del Ayuntamiento de Gerona, es que esas situaciones se puedan producir en uno de los municipios más florecientes de la Costa Brava y en una de las Autonomías más desarrolladas del país. Igual que alarma social y vergüenza debe provocar el que se tenga que utilizar a los niños para que sean apadrinados, como única solución para que una familia pueda comer al menos una vez al día, mientras se sigue tirando el dinero en muchos privilegios y prebendas, que todavía no han desaparecido, ni tienen visos de desaparecer.
Probablemente a quienes están afectados por los sangrantes casos que conocemos ahora (habrá muchos más) no se les puede hablar siquiera de lo que es el Estado del Bienestar. Ni a ellos, ni a los más de 11,5 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social, un problema que, desde el comienzo de la crisis económica, se ha ido extendiendo como una mancha de aceite, como señala Cáritas, que afirma que, en la actualidad,  la pobreza en España es “más extensa, más intensa y más crónica que nunca”.
Esta es una de las conclusiones del estudio "Exclusión y Desarrollo Social 2012", que ha sido elaborado por la Fundación Foessa. El porcentaje de hogares españoles que están por debajo del umbral de la pobreza es del 22%. Además, uno de cada cuatro hogares (el 25%) está en “situación de riesgo”. El informe también recuerda que España es uno de los países europeos con mayor tasa de pobreza, sólo superado por Rumanía y Letonia y que, según la estadística de la Unión Europea, el nuestro es el país del continente donde más ha aumentado como consecuencia de la crisis. Un tercio de los hogares españoles tiene "dificultades serias" para llegar a fin de mes y la tasa de desempleo correspondiente a la persona que dentro de la familia aporta más dinero al hogar es del 19%, lo que supone "un máximo histórico", según Cáritas.
En toda la Unión Europea hay 84 millones de pobres y un 10,7% de ese total reside en España. Pero, para mayor escarnio, las cifras no hacen más que aumentar. La Comisión Europea ha advertido reiteradamente que la crisis está generando una nueva clase social, la de los llamados “trabajadores pobres”, es decir, ciudadanos a quienes tener un empleo no les libra de la miseria.
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...¿Nos comprará deuda el Banco Central Europeo o nos rescatará Europa? Ya veremos. Pero hay algo que sólo podemos hacer nosotros. Desde hace cinco años, (¡¡¡Dios mío, en sólo cinco años!!!) las diferencias entre ricos y pobres han aumentado exponencialmente. Alguien debería mirarse el ombligo y explicarse a sí mismo y a sus compatriotas por qué permitió, amparó o justificó esa perversa progresión. La crisis en absoluto es igual para todos. Miles de ciudadanos la experimentan cada día en primera persona, mientras otros viven mejor que nunca. Las desigualdades salariales en España están entre las más altas de la OCDE y, lo que es más grave y bochornoso, es que la pobreza tiene ya rostro de niño. Quienes gobiernan España están recortando en atención social, en derechos fundamentales y en cuidados para los más desfavorecidos, pero lo que define a una sociedad donde la justicia social tiene algún valor es precisamente su capacidad para proteger a los más débiles, a los más vulnerables. Se cercenan derechos, se deja sin apoyo a los dependientes, se malpaga a educadores o trabajadores sociales, pero se mantienen asesores y consejeros, embajadas, vehículos oficiales, gastos protocolarios y sobresueldos escandalosos. Estas medidas en ningún modo son éticas ni aceptables. La escala de valores está montada sobre una enorme farsa.
El escritor argentino Martín Caparrós califica la miseria como "la desigualdad brutal, concentrada en un mismo territorio y sus efectos de marginación y violencia: la humillación constante". Pero una sociedad miserable es la que permite que unos vivan a cuerpo de rey, mientras otros no tienen ni para comer.
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Mientras intento evitar la naúsea y controlar las lágrimas de rabia e impotencia que pugnan por salir, me encuentro,

Con que José Bono ha adquirido y puesto a nombre de su hija de 12 años, un lujoso ático en la calle Velázquez de Madrid, con vistas al Retiro, valorado en 1'6 millones de euros. Antes de reformar el inmueble, el ex presidente del Congreso de los Diputados, haciendo gala de una exquisita educación, se ha disculpado ante los vecinos por las molestias que pueda acarrearles las reformas que va a emprender, a través de una carta que comienza así: "Querido/a amigo/a: Soy José Bono y vengo a vivir con mi hija Sofía a este edificio... "

Y, con que, según distintas fuentes, Luis de Guindos y su esposa compraron, a finales de julio, un ático de lujo en una urbanización ubicada en La Monraleja, la zona más exclusiva del área metropolitana de Madrid. El ministro ha aprovechado la crisis inmobiliaria para hacerse, por algo más de medio millón de euros, con una vivienda "vip" cuyo precio llegó a tasarse en 2'3 millones de euros en 2007. De esta forma, el ministro que reclama a la ciudadanía la "recuperación de la confianza y la credibilidad", ha conseguido eludir el pago del 10% del IVA que el Gobierno aplicará a partir del 1 de enero de 2013.

Exhausta y deprimida, creo que esta noche necesitaré algo más que un somnífero para conciliar el sueño y evitar que mi mente dé vueltas a impactantes imágenes del cine de posguerra, que ahora no parecen tan lejanas.

Buenas noches y buena suerte !!!!


viernes, 17 de agosto de 2012

Una noche en Tierra Santa



"...¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías". Así reza el salmo 136, que fue escrito en el siglo VI a. de C. cuando los israelitas, destruido su reino, su ciudad y su templo, vivían exiliados en Babilonia. Al contemplar en la hora crepuscular la "ciudad de la paz" desde el Monte de los Olivos, se entiende la nostalgia del pueblo cautivo, pero también la rabia y la tristeza de quien se siente esclavo, lejos de su patria y abandonado por su Dios.

Escribir sobre Tierra Santa, cuando tantos y tan certeros analistas de la historia del lugar y su especial conyuntura lo han hecho a lo largo de los tiempos, desde la teología, la literatura o el periodismo, ahora se me antoja un atrevimiento. Pero soy débil, así que sucumbo a la tentación de comentar algunas impresiones muy personales después de mi reciente visita a la tierra de David que no agotan, en modo alguno, la variada gama de sensaciones y evocaciones que todo viajero o peregrino, sin excepción, recibe a modo de bombardeo durante su estancia en Israel, en especial, cuando llega a Jerusalén. Todo ello suele desembocar, más pronto que tarde, en profundos conflictos internos y personales.

Desde la llegada a Tel-Aviv, en hebreo "el Monte de la Primavera", enormes letreros que se distribuyen por la terminal del aeropuerto Ben Gurión dan la bienvenida a los viajeros. "Shalom Y'All", está escrito. Curiosa recepción que en pocos minutos se convierte en un tormento propiciado por los soldados que se ocupan del control de inmigración. Una vez superados los trámites, se concluye, sin dificultad, que en absoluto eres bien recibido, porque Israel es un país en permanente conflicto bélico.

Hablamos de un enclave del planeta que bien puede calificarse de único. En él confluyen múltiples civilizaciones, un estado de guerra permanente y la coexistencia de tres religiones monoteístas, todo ello bajo un cielo abrasador y sobre una tierra insegura y temblorosa, atravesada por el Jordán, el "río de la vida", que desemboca, como broma del destino, en el mar Muerto. Judíos, cristianos, musulmanes... Demasiada historia para tan poca geografía, una geodesia sin fronteras precisas en la que uno bascula constantemente entre Jesucristo y Mahoma, entre chilabas y hiyabs y la marea negra de los haredim o judíos ultraortodoxos. Entre los Altos del Golán y el muro que rodea Belén y que convierte a Palestina en el mismo gheto que los judíos soportaron durante la dominación nazi. A este crisol de culturas y vestimentas, se añade la variada gama de sotanas y hábitos, masculinos y femeninos, que pululan por la ciudad y que identifican a los distintos credos en los que se diversifica la fe cristiana; sin olvidar una Policía y un Ejército armado y uniformado, cuya presencia es ostensible en cada barrio, en cada calle, en cada esquina... El resto, huérfanos de identidad declarada, nos sentimos desnudos y desarraigados.

En este insólito escenario y con una atmósfera que lejos de ser relajante y pacífica, incomoda y alerta, recorro Galilea, Judea y Belén, hasta llegar a Jerusalén. El lago Tiberíades, el monte de las Bienaventuranzas, la basílica de la Anunciación, el monte Carmelo, la basílica de la Natividad, la iglesia del Padrenuestro, la Via Dolorosa, el Santo Sepulcro, el monte de los Olivos, el huerto de Getsemaní, el Cenáculo... Templos y santuarios levantados para conmemorar los sucesos más importantes de la vida de Jesucristo y su obra salvadora. Santos Lugares compartidos entre católicos, coptos, griegos ortodoxos y armenios. A veces, ocupando cada uno su fracción del divino espacio que parece dividirse como un queso en porciones; otras, utilizado por turnos o en propiedad de una única religión de forma exclusiva. En fin, una Babel del siglo XXI...

Imposible volcar en unas pocas líneas reflexiones, sentimientos y conclusiones, pero, haciendo un esfuerzo de síntesis, confieso que una ola de espiritualidad me invadió desde que pisé esta tierra singular y que aún hoy perdura. Espero que no se manifieste como algo pasajero y el bienestar se alargue en el tiempo todo lo posible, antes de que la cotidianeidad y la rutina acaben por disiparlo. De Tierra Santa me he traído la reafirmación de mi creencia en un Dios único, un Padre para todos los seres que han vivido, viven y vivirán, que no ha enviado jamás a nadie a ese lugar de ignominia que alguien definió como el Infierno, porque ello sería incompatible con la Misericordia. También he conseguido, y lo digo con orgullo, dar un paso vital: creer en la inmortalidad del alma, que a ratos me inunda de un gozo inexplicable. Afirmo que en lo más recóndito de este cuerpo en declive tengo un alma, y que es inmortal, lo que significa que creo en un más allá perdurable, aunque ignoro su perfil y la forma en que nos será revelado, cuestión que, por otra parte, me acongoja. En el polo opuesto, me siento abismalmente alejada de la Iglesia Católica como institución y no consigo ahuyentar de mi mente un pensamiento, al menos inquietante, por el cual lo único que no encaja dentro del Cristianismo es la figura del propio Cristo. En demasiadas ocasiones, las Iglesias que he percibido en estos días parecen cismas con respecto al mensaje evangélico, en choque frontal con las palabras de Jesús que los cuatro evangelistas, cada cual a su manera, nos transmitieron. Resultan obscenas la escisión y la rivalidad entre las iglesias cristianas, que pese a los disimulos y al protocolo de la tolerancia, en el fondo se ignoran, se subestiman o, peor aún, se desprecian. Mientras no se reúnan todas ellas alrededor de una mesa como la Última Cena, ante un Jesucristo clavado en la cruz, extendidos los brazos, y no renuncien unos y otros a sus criptas respectivas, a sus arrogantes torres de marfil, el número de creyentes, de espíritus atentos a la llamada del Señor disminuirá, como se refleja de forma palmaria día tras día con solo extender el mapamundi.

Para empezar, en mi opinión, el Catolicismo debería decidirse a derogar los dogmas, que constituyen en sí mismos una limitación, una declaración de impotencia y muchos de los cuales no resisten el más somero análisis; por ejemplo, la infalibilidad. Toda esta confusión escandalosa se hace más patente, sin duda, pisando la propia Tierra Santa, en cuyas polvorientas montañas y laderas Jesús nació y vivió; lloró y no se cansó de repetir: "amaos los unos a los otros". Jesús-hombre no pudo sospechar nunca que en su nombre se modificaría todo un discurso sencillo, el que Él empleó, para transformarlo en un rosario de eufemismos pedantes y engolados, que se distancia cada día más del lenguaje que necesitan escuchar los desheredados de la Tierra.

Y nada más !!! Mi viaje se acabó, pero no quiero dejar de dar las gracias a la vida por esta experiencia, a los padres Sergio y Alejandro, miembros de la congregación franciscana, encargada por el Vaticano de la custodia de los Santos Lugares, por sus enseñanzas y su forma de contar esta historia, tan sensata y pragmática y, por supuesto, a mis compañeros de peregrinación, de los que mucho he aprendido y con quienes tanto he compartido.

Es tarde y la hora y la naturaleza de la reflexión invitan al descanso. Que Dios bendiga esa Tierra compleja, inestable y hostil, en demasiadas ocasiones. Que bendiga a los judíos y a los árabes, que luchan y se matan entre sí, cuando deberían renunciar a sus mausoleos y abrazarse. Que el Señor bendiga a Israel y a Palestina con el hallazgo de una vía de concordia a su conflicto secular.

Por mi parte, para todos ellos, Shalom, Shalam, Paz y Amor...