miércoles, 21 de agosto de 2013

La noche en que Rosalía Mera entró por el ojo de la aguja.



Buenas noches a todos los que habitamos Madrid en este tedioso mes de agosto en plena canícula, no sólo conforme al calendario, sino también, y muy especialmente, en consonancia con el incandescente termómetro.

Informativamente hablando, el octavo mes del año suele ser cuando menos baldío, pero el de 2013 pasará a la historia como especialmente denso. En el caso que nos ocupa, nada que ver con las serpientes de verano y los habituales del papel cuché de cuyas vacaciones nos dan cumplida cuenta los informativos más ortodoxos, precisamente, por la falta de noticias de peso que caracteriza la época estival. Pero, además y como un aldabonazo, entre el capítulo diario del sempiterno contencioso hispano-británico de Gibraltar, el recrudecimiento de la situación prebélica civil que vive Egipto y, en clave interna, las visitas a la Audiencia Nacional de los altos mandos del Partido Popular por el caso Bárcenas, se nos cuela el trágico e inesperado fallecimiento de doña Rosalía Mera Goyenechea, ex esposa de Amancio Ortega, y cofundadora del imperio Inditex. Me atrevo a aventurar que, como la mayoría de los ciudadanos de este país, hasta el pasado día 15, poco sabíamos de esta mujer que muere de forma inesperada y a una edad temprana, en un día anodino del mes de agosto, mientras disfruta de unas vacaciones tranquilas y familiares. ¡¡¡¡ ¿Cómo es posible ? !!!! Casi una desconocida, cuando nos referimos a la mujer más rica de España, con una fortuna valorada en 4.724 millones de euros, según la revista Forbes, lo que la coloca en el puesto número 66 de las personalidades más poderosas del mundo, y la única española que aparece en el ranking de la publicación...

La curiosidad es invariablemente más fuerte que mi voluntad y, al poco de comenzar a indagar en la vida de la señora Mera, me viene a la cabeza una cita bíblica que hasta los menos practicantes hemos escuchado alguna vez y que me parece muy apropiada para la reflexión que nos ocupa:

"Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos" (Mt, 19,24).

Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al Reino de los Cielos

Pues puede que sea difícil pero no imposible, teniendo en cuenta que toda regla cuenta con sus excepciones. Antes de nada es preciso aclarar que, hasta donde yo sé, Jesucristo jamás condenó la riqueza ni los bienes materiales en sí mismos. Su reprobación tenía como objetivo a los adinerados cuyo único interés es acumular patrimonio para su propia satisfacción y lucro personal, volviendo la cabeza a las necesidades del mundo. Rosalía Mera pensaba que el dinero sirve para evitar injusticias, que el éxito está más cerca del "ser" que del "tener" y no le dolían prendas en colocarse decididamente tanto a favor del movimiento 15-M, como en contra de los recortes del Gobierno en materia de sanidad y educación y en las antípodas de la reforma de la ley del aborto que promueve el Partido Popular y el actual Ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón.

"Rosi", la niña que correteaba por el barrio coruñés de Matadero, siempre estuvo presente en doña Rosalía. A los 11 años dejó la escuela y a los 13 encontró el trabajo que determinaría el resto de su vida: aprendiz en La Maja, una elegante casa de modas de la calle San Andrés. Atendiendo a los clientes, un día conoció a dos hermanos nacidos en León, pero criados en La Coruña: Antonio y Amancio Ortega. Tras un noviazgo de los de antes, Amancio y Rosalía se casaron y levantaron un imperio en la localidad de Arteixo. Veinte años duró su matrimonio, con dos hijos en común, Sandra y Marcos, discapacitado de nacimiento como consecuencia de una parálisis cerebral. En 1986 llegó el divorcio y con él la división de la primera industria textil del país. A Mera le correspondió un 7% del capital de grupo, además del 5% de la farmacéutica gallega Zeltia y el 9'84% de la cadena hotelera Room Mate Hoteles. A partir de ese momento, Rosalía Mera desplegó una intesa actividad empresarial y social. Accionista de ICN, S.A., empresa dedicada a la comercialización de sistemas de identificación y custodia de neonatos en hospitales, así como de las productoras Continental y Milou Films. Dirigía la sociedad Cultigar, S.L., centro de repoducción de plantas mediante técnicas in vitro, y Estrella Orvi, S.L., firma dedicada a la investigación y desarrollo de patentes agrarias. Creó el Centro de Iniciativas Empresariales Mans en La Coruña, en 1999, y presidía y dirigía la empresa Trébore, dedicada a la inserción laboral de personas en riesgo de exclusión social. Pero, sin duda, su actividad estrella fue siempre la presidencia de la Fundación Paideia, organización sin ánimo de lucro cuya razón social es la protección de los discapacitados, la integración de colectivos vulnerables y de la mujer en Galicia. Ahí es donde la señora Mera desarrollaba todo su potencial en una tarea para la que, sin duda, parecía estar llamada.

Rosalía nunca olvidó su procedencia y cuando le preguntaban por su filiación ideológica se posicionaba siempre a la izquierda porque, según decía, "teniendo en cuenta sus orígenes no podía ser de otra manera". Sus sólidas convicciones y su fe ciega en el esfuerzo personal y la honestidad como principios de vida, la llevaron a retomar sus estudios, después de haber nacido sus hijos, diplomándose en Magisterio, tras una destacada formación profesional en el ámbito sanitario.



Rosalía Mera, una millonaria políticamente incorrecta, resuelta y decidida, con un cierto aire hippy y sin la apariencia que por edad le correspondía, llevó siempre una vida sencilla, sin sofisticaciones, fiel a sus principios y coherente con sus valores, y tan discreta que ha tenido que ser su inesperada muerte la causa del abandono de su voluntariamente elegido anonimato. Puede que ella lo quisiera así, pero no dejo de pensar que es injusto que a los españoles, tan necesitados hoy de modelos nobles y referencias cabales, se nos prive de personalidades tan dignas, cuyo leitmotiv es el buen uso de sus fortunas, legítimamente conseguidas y la preocupación constante por los desfavorecidos y los desheredados de la Tierra. Empresarios con incalculables patrimonios y alforjas repletas de decencia y honorabilidad, que se encuentran en las antípodas de una clase política que, cada vez en menor medida, tiene en cuenta su juramento "hipocrático" de servicio público, cuyo objetivo estrella es la búsqueda irrenunciable de la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, en especial de los que menos tienen. Unos representantes soberanos que no saben cómo resolver los problemas de sus administrados, salvo con las tijeras en una mano y la tabla del IRPF en la otra; que se muestran incapaces de plantar cara con la determinación que imponen desahucios, desempleo, empobrecimiento, condiciones laborales draconianas, pesimismo y desesperanza ante la verdadera causa del desastre político y social que estamos viviendo: la imprevisión de nuestros legisladores, un sistema opaco de financiación de partidos políticos e instituciones públicas y la deshonestidad de corruptos e inmorales que tanto daño hacen a las arcas del Estado y a la credibilidad del sistema democrático.

Como decía el brillante Sir George Bernard Shaw: "Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo... y por los mismos motivos". ¡¡¡Qué capacidad de síntesis !!!

Por todo lo dicho, insto a los medios de comunicación, responsables de una información de servicio público, difusores de valores y modelos que convienen a una sociedad en crisis como la nuestra, a ensalzar a los prohombres y promujeres, que los hay, cuya dedicación en favor de una sociedad más justa y solidaria es el motor de sus vidas, de aquellos que, como Rosalía Mera, nunca dejaron de vivir como pensaban, a los que se dejan la piel cada día para mejorar las condiciones de vida de los menos favorecidos.  Desde aquí solicito humildemente al gremio periodístico que limiten el empacho al que nos someten a diario con las andanzas y fechorías de los terroristas políticos y sociales, con la desconfianza que despierta, como lógica consecuencia, una justicia que se coloca sólo esporádicamente en el bando de los damnificados y, sin olvidar, la voracidad de unas organizaciones empresariales que no conocen límites para subyugar a sus asalariados. Permítannos, aunque sólo sea para preservar la salud mental de los sufridos ciudadanos, soñar con un escenario alternativo y fantasear con la quimera de que un mundo mejor aún es posible.

Estas breves líneas quieren convertirse en mi sincero y personal homenaje a la inventora de una de las prendas más populares de toda una generación, la bata de boatiné, cuando las viviendas españolas no contaban con los sistemas de climatización actuales. Un panegírico a una gallega hecha a sí misma, a una luchadora sin cuartel como mujer, como madre y como empresaria, a una apasionada de la vida y de la gente y a todo un ejemplo de gestión coherente y filantrópica de unos recursos multimillonarios.  SÍ SE PUEDE !!!

Que nadie olvide que para ser un buen empresario, antes hay que ser un empleado eficaz.

Buenas noches a todos los camellos que entran por los ojos de las agujas. Ojalá cunda su ejemplo.

Descanse en paz, Rosalía Mera !!!!.















martes, 6 de agosto de 2013

Dejó de ser de noche en la antigua Yugoslavia





Niña bosnia. 1994.

A poco más de dos horas de avión desde Madrid, es posible plantarse con tan solo el DNI en cualquiera de las repúblicas de la antigua Yugoslavia. Es más que sorprendente que en este enclave tan cercano, en medio de una Europa unida en lo político y lo económico, haya tenido lugar hace tan solo algo más de una década, el conflicto bélico más sangriento desde la II Guerra Mundial. Hablamos de una contienda encarnizada y de una despiadada limpieza étnica que acabó con la vida de más de 100.000 personas.

Hace tiempo que quería visitar esta zona del Continente y aprovechando el ingreso de Croacia en la Unión Europea y unos cuantos días de vacaciones, decidí, casi sobre la marcha, realizar este viaje que se me empezaba a quedar pendiente. 

Aunque la belleza y el interés turístico y cultural de las hermosas ciudades y los helvéticos paisajes pertenecientes a las repúblicas de Croacia y Eslovenia son ya reclamo más que suficiente para llevar a cabo la visita, no me queda más remedio que rendirme a la evidencia: el objetivo íntimo y personal de este viaje se focalizaba desde el principio en Bosnia y Herzegovina. Lo demuestran, sin duda, mi prisa injustificada por llegar al enclave y la especial emoción experimentada al entrar en sus capitales más importantes: Mostar y Sarajevo.

Como viene siendo habitual, los previos a la partida conllevaron la consulta de algunos libros de arte e historia, complementados en este caso con hemeroteca, al recordar, si bien de manera imprecisa, las crónicas de Arturo Pérez-Reverte durante su etapa de corresponsal, cuando, con el conflicto en plena evolución, allá por 1994, no paraba de denunciar la pasividad de la comunidad internacional en general y la de Europa en particular, frente a un genocidio que se adivinaba especialmente sanguinario. Husmeando entre reportajes y editoriales sincrónicos, encontré historias como estas: "El primer día de la guerra de los Balcanes unos soldados borrachos mataron a golpes a un inocente y pacífico jorobado de una aldea bosnia y lo empalaron hasta romperle la columna para enderezarlo y que sus vecinos se rieran al pasar delante del cadáver" o "En Modrica, una niña de nueve años apareció desnuda y muerta, machacada dentro de una mezcladora de cemento". El narrador de estos horrores, Velibor Colic, es un exsoldado bosnio que terminó desertando de la guerra y exiliándose en Francia, tras huir de un campo de fútbol convertido en prisión. Durante el tiempo que permaneció en el improvisado campo de exterminio, fue testigo de horrores indescriptibles, como por ejemplo, la agonía de un prisionero esposado con alambre de espino que le rogó extrajera del bolsillo de su chaqueta una fotografía de sus hijos para morir contemplándolos. Colic no pudo evitar leer el dorso del retrato, en el que una leyenda con letra de niño decía: "Papá, vuelve".



Soldados serbios en Sarajevo.

Para los desmemoriados y los más jóvenes, les puntualizo que la década de los 90 estuvo marcada para el resto de Europa, por la labor de los informativos que, a través de los corresponsales de guerra, nos ponían al día con puntualidad cotidiana sobre la marcha de la guerra de los Balcanes y el especial castigo que sufrieron las ciudades bosnias. Aldeas enteras quedaron arrasadas y todos sus habitantes pasados a cuchillo. La batalla de Sarajevo no fue una batalla, sino un cerco que, en el argot militar, se denomina la "estrategia del hormiguero", consistente en el bloqueo de todas las salidas de la ciudad y el corte de la totalidad de los suministros, para proseguir, en una segunda fase, con el bombardeo aéreo y la intervención de los francotiradores, que hacían el agosto desde la atalaya natural que suponen las colinas que rodean la capital bosnia.

Mientras paseaba por "la Avenida de los Francotiradores", tomaba un café en el emblemático hotel Holliday Inn, cuartel general de la prensa internacional durante años, y me asomaba a los túneles subterráneos que los sarajevinos construyeron para defenderse de los ataques serbios, revivía de forma involuntaria el imaginario de aquel sitio medieval con armamento moderno, donde el 90% de los muertos se produjo lejos del frente, en las mismas calles de la ciudad. Pero Sarajevo no se rindió nunca.

¡Y qué puedo decir de la conmovedora visión del puente de Mostar! Tras recorrer el casco antiguo, con sus características calles medievales, estrechas y empedradas, una especial emoción se experimenta al escuchar a la guía local describir con detalle el asedio a la ciudad y la destrucción del puente, que supuso el derrumbamiento de todo un símbolo de la convivencia entre culturas. Hoy el puente viejo de Mostar, que une la orilla croata y católica del río Neretva, con la musulmana y bosnia, es Patrimonio de la Humanidad, desde su reconstrucción con fondos de la Unesco y su reinauguración en 2004.

Puente viejo de Mostar.

No es objetivo de esta reflexión incidir en el recurrete tema de la inutilidad de las guerras para la resolución de conflictos, ni la perniciosidad de los nacionalismos exacerbados, o la amenaza irrefutable de las doctrinas religiosas fundamentalistas que empujan al ser humano a convertirse en una suerte de depredador para los de su misma especie. Tampoco lo es analizar la génesis de un problema complejo, por las numerosas variables que, desde tiempos inmemoriales, lo determinan y que convirtió a los Balcanes, frontera natural de los imperios turco y austrohúngaro, en zona de perenne confrontación, cuyas poblaciones de uno y otro lado fueron alternativamente durante siglos, verdugos y víctimas en las diversas tragedias que les deparó la Historia. Pero sí es propósito de estas líneas llamar la atención sobre la inexplicable actitud de las grandes potencias, la OTAN y la ONU, que se limitaron a observar, desde la perplejidad, el conflicto durante años. Se enviaron cascos azules que no sabían qué hacer, se impusieron ultimátums que vencían sin respuesta alguna y, una y otra vez, se lanzaban amenazas que nunca se llevaron a cabo.

Lejos de poner en valor la experiencia acumulada, la historia se repite en cuantas ocasiones estallan conflictos étnicos, guerras civiles, enfrentamientos tribales, contiendas religiosas o conflagraciones de cualquier índole y en cualquier punto del globo, convirtiendo ciudades y países en infiernos apocalípticos e incontrolables. ¿Cómo es posible que la comunidad internacional, una y otra vez, se muestre remisa e inerte en sus actuaciones y sus organismos internacionales ineficaces y estériles para cumplir con sus mandatos fundacionales que, básicamente, se resumen en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales? ¿Qué clase de mecanismo subversivo y recurrente se pone en marcha para confirmar axiomáticamente que la instituciones supranacionales encargadas de la protección de los derechos humanos hacen dejación de sus responsabilidades en aras de oscuros intereses geoestratégicos, políticos, ideológicos o económicos? Nada hay más cierto.

Tras estas divagaciones un tanto genéricas y para ser justa, debo confesar que el fin perseguido en esta personal mirada a los Balcanes de hoy es resaltar, por su inusualidad, la celeridad y la eficacia con la que la comunidad internacional, en contraposición con lo dicho hasta aquí, acometió la reconstrucción de las ciudades destruidas durante la guerra. Sarajevo y Mostar son hoy dos capitales nuevas, sin apenas huellas visibles del conflicto, circunstancia que incide no sólo en la cuestión estética y turística de tan emblemáticos lugares, sino en el efecto balsámico que la reedificación en sí misma supone para mitigar los horrores vividos por la población.

Doce años no son nada en la historia de una nación, tan solo una gota en el océano del devenir secular de los pueblos y ese es el brevísimo lapso de tiempo que separa estas fotografías correspondientes al antes y el después de la reconstrucción de la biblioteca nacional de Sarajevo, bombardeada la infausta noche del 24 de agosto de 1992 y cuyas obras de rehabilitación terminaron en 2004.

sarajevo.jpg


Finalmente, el alto el fuego declarado en octubre de 1995 y los acuerdos de Dayton, firmados en París con la mediación de los Estados Unidos restablecieron la paz en la zona. Sin embargo, el gobierno bosnio no declaró oficialmente el final del sitio de Sarajevo hasta febrero de 1996, cuando el último serbio abandonó las posiciones alrededor de una ciudad reducida a cenizas.

Tras esta visita relámpago a las repúblicas ex yugoslavas y un imaginario tan bello como apasionante aún en mi retina, recomiendo a viajeros y turistas incluyan en sus listas de futuros destinos los enclaves más representativos de la "Eslavia del sur" que es el significado del término Yugoslavia. El visitante disfrutará de una mezcla de historia antigua y reciente, cultura y arte, bellezas naturales sorprendentes, ciudades medievales con influencias vienesas y venecianas, familiar gastronomía mediterránea y una costa dálmata cuyo mar Adriático se manifiesta en su máximo esplendor para todo el que quiera disfrutar de unas vacaciones de sol y playa.

Dubrovnik, la perla del Adriático.

... Y, para terminar, una breve conclusión: El hombre ha de ser sagrado para el hombre, como sagrada es su obligación de perseguir sin descanso la conquista de la tolerancia, que brilla tanto por su presencia como por su ausencia. Quien niega los principios básicos de la tolerancia, está negando su propio derecho a ser tolerado.

¡¡¡ Bienaventurados los tolerantes, porque ellos sientan las bases del cielo en la tierra !!!

La oscuridad y la guerra han dejado paso a la luz y la paz en las repúblicas de la antigua Yugoslavia y un futuro de esperanza y reconciliación se dibuja en el horizonte más cercano. Que así sea... !!!!

Buenas noches a todos los serbios, croatas, eslovenos, bosnios, macedonios y montenegrinos de buena voluntad.