jueves, 31 de julio de 2014

Una reflexión nocturna desde la Cochinchina

Como todo el mundo sabe, cuando queremos referirnos a algo que está realmente muy lejos o enfatizar sobre distancias tan dilatadas que los adverbios al uso se quedan cortos, recurrimos a la Cochinchina. Pero, ¿realmente existe ese lugar? Existe. Y geográficamente se sitúa en Vietnam. Comprende la ciudad de Saigón, hoy Hoh Chi Minh, y la región del delta del río Mekong,  Su nombre, Cochín, se lo pusieron sus antiguos gobernantes chinos y significa literalmente "colinas de huellas cruzadas". Pero, ¿por qué los españoles citamos ese remoto e indefinido emplazamiento, cuando la mayoría no sabemos siquiera ubicarlo? Pues esta es la historia.

A mediados del siglo XIX, tras el asesinato masivo de misioneros españoles y franceses que evangelizaban la zona, los gobiernos de ambas naciones decidieron enviar una expedición mixta de castigo contra los lugareños. La campaña duró cuatro años y el terreno conquistado, con Saigón como su principal baluarte, pasó a formar parte de Francia. España, a pesar de aquel esfuerzo humano y económico, no sacó ni una sola ventaja, conformándose con que la región fuera cristianizada como es debido. Quizá es por eso que el imaginario popular identifica aquel lugar, lejano y extraño, como una quimera que nada nos reportó.


Bueno, pues una vez situados, comencemos  esta breve crónica turística y aventurera, que no tiene más objetivo que transmitir algunas sensaciones personales tras el descubrimiento de un hermoso país, interesante y placentero.

Tras un larguísimo periplo, lo primero que el viajero percibe al aterrizar en cualquier punto de la geografía vietnamita, son los manifiestos efectos de un clima tropical, especialmente acentuado en esta época del año. Altas temperaturas, rozando los 35º, con unos niveles de humedad cercanos al 90%, convierten el ambiente en una sauna permanente, que no distingue entre sol y sombra, día o noche, y dificultando a veces el simple mecanismo inconsciente de respirar. Bien es verdad que la incomodidad de la transpiración constante tiene como contrapartida la garantía de un regreso a España con la piel suave como la de un bebé y un organismo libre de las toxinas correspondientes a los últimos diez años. Y cuando el monzón descarga, que suele hacerlo una o dos veces en el día, la sensación de calor aumenta, comprobando con estupor cómo hierve literalmente el agua de los charcos, a la vez que el vapor ascendente parece salir por las puntas del  propio cabello, que permanecerá encrespado e indomable hasta la vuelta a España..
La República Socialista de Vietnam, con noventa millones de habitantes, es el país más oriental de la península de Indochina. Tiene forma de S, más ancho en los extremos y muy estrecho en el centro, y su extensión es ligeramente inferior a Alemania. Linda con Camboya, China y Laos, y su larguísima costa meridional, bañada por el mar de China, cuenta hoy con lujosos resorts y complejos hoteleros para que el turismo de alto nivel europeo y americano disfrute de sus magníficas playas.


En Vietnam, la sonrisa de hombres, mujeres y niños, su exquisito trato y su extremada amabilidad con el visitante nos acompañará mientras dure la estancia y la biodiversidad de la región, de una belleza indescriptible, grabará en la retina y en nuestra cámara fotográfica paisajes únicos y extraordinarios. Panorámicas de inusitada belleza y rostros amables y complacientes, serán la combinación perfecta para recomendar una visita al país de los campos de arroz cuando, ya de regreso, nos pregunten amigos y conocidos.

Y si llamativos y sorprendentes son sus paisajes, ya verán cuando se sienten a comer. Una mesa vietnamita es un mosaico de piezas y colores. Mantelitos, lienzos, paños y tapetes. Docenas de platitos, tacitas, cuenquitos, recipientes, palillos, cucharones, salsas multicolores, sabores intensos, especias aromáticas acompañarán un menú que invariablemente se compondrá de seis o siete platos diferentes que, empezando por la pho, sopa tradicional vietnamita de tallarines de arroz, discurrirá por una gama de especialidades culinarias orientales de amplio espectro: verduras, brotes, pollo, carnes y pescados, en moderadas cantidades, hasta llegar a los postres, un lujo asiático de frutas tropicales y exóticas que se convierten para los occidentales en las reinas de la mesa.

Me gusta Vietnam y me gustan los vietnamitas y su forma de afrontar las adversidades de la vida. No son ateos, ni descreídos, pero atesoran un sentido práctico de la existencia que a mí me resulta fascinante. Su filosofía, basada en el budismo, confucionismo, taoísmo o cualquier otra versión de los transcendentalismos orientales prescinde de divinidades, dogmas ni mandamientos. Cuando un viet se siente agobiado, preocupado, tiene una pena o una inquietud, se encomienda a sus antepasados, en la seguridad de que velarán por el bienestar de su familia y, si me apuras, en última instancia colocará su destino en manos de Hoh Chi Minh, que para eso es el padre de la patria y el artífice de la libertad y la independencia del país.

El idioma es extremadamente complicado, con unos signos y reglas de acentuación que determinan el significado de las palabras, en función de su fonética y pronunciación. Curiosamente, Vietnam es el único lugar del mundo en el que es imposible decir "Yo te amo", porque el vietnamita coloquial no dispone de palabras para decir "Yo" y "Tu". La gente se habla entre sí de acuerdo con las relaciones que establecen su edad y parentesco. De ahí, la obsesión de todo vietnamita por preguntar la edad a las personas que acaba de conocer. Es sencillamente necesario para poder utilizar el pronombre adecuado y tratar a cada cual con el debido respeto.



Después de comprobar el durísimo castigo físico que supone para los campesinos vietnamitas el cultivo del arroz, no acierto a entender su bajo precio. A partir de hoy, valoraré con mucho más convencimiento este alimento básico también de la cocina española, con el que se prepara la p a e l l a, uno de nuestros platos estrella, conocido en el mundo entero. Más del sesenta por ciento de la población de Vietnam se dedica al cultivo del arroz y, aunque las técnicas de producción agrícola han experimentado un desarrollo espectacular, la mayor parte de las fases del proceso de elaboración se realiza a mano. En cualquier caso, impresiona la contemplación constante de los cultivos en terraza o las kilométricas llanuras de arroz, salpicadas por multitud de tumbas a modo de minipagodas, en las que descansan los restos mortales de cuantos dedicaron su vida entera al cultivo de este producto básico en la alimentación autóctona.
 Y la guerra !!!! Sus huellas están presentes en todo Vietnam, pero su presencia aumenta cuanto más avanzamos hacia el sur. El Mekong y su delta de nueve brazos, es fuente inagotable de riqueza y el escenario cinematográfico que el visitante espera encontrar mientras avanza en kayak por sus canales y manglares. Recorriendo esta selva que se convirtió en un campo de batalla incontrolable para las tropas americanas, se comprueba como en la mayoría de los casos David vence a Goliath tan solo por la subestimación del enemigo. Infraestructuras de túneles y galerías subterráneas excavados por todo el país, ahora forman parte de las atracciones más demandadas por los turistas, contribuyendo igualmente a levantar la economía del país. Finalmente, este conflicto bélico, que traumatizó a la población estadounidense, se saldó con más de cinco millones de muertos, cientos de miles de lisiados y devastadores efectos sobre el país como consecuencia del gas naranja y, por supuesto, con la unificación de las dos Vietnam en la República Democrática de Vietnam, de régimen comunista, tal y como hoy está concebida.  Es curioso, pero los vietnamitas hablan de la guerra con horror, pero no con rencor.

En fin, hemos llegado al final del viaje, y diecisiete horas de vuelo dan para pensar en deducciones, resultados y conclusiones. Vietnam es un país ideal para pasar unas inolvidables vacaciones. Tiene de todo: bellísimos paisajes, imponentes montañas, ríos de inmenso caudal, campos de arroz color esmeralda, ciudades cosmopolitas y playas paradisíacas. Es el escenario perfecto para combinar el turismo y el descanso. Los vietnamitas son gente amable y relajada, que se esfuerza lo indecible para comunicarse con sus visitantes y obsequiarles con todos los encantos que ofrece su país. Si uno se mezcla con ellos descubrirá la fuerza de un enigma que mantiene tradiciones ancestrales en una nación que se va abriendo gradualmente al mundo moderno, gracias en gran medida a la influencia del turismo... ¿Y yo? ¿Realmente he aprendido algo? Estos hombres con talla de niños y estas mujeres menudas y delicadas que se visten con los más bellos y femeninos trajes de seda, me han enseñado el valor de la humildad y la sencillez. A relativizar la importancia de las cosas, a quejarme menos y a apreciar lo que tengo. A intentar que el cáncer de la crisis económica y la falta de motivación personal o profesional no me destruyan como ser humano, una vez de vuelta a la realidad política y social del mundo occidental en el que vivo.

Vietnam se encuentra en plena transformación económica y cultural y avanza al ritmo que lo hacen los países emergentes, es decir, a gran velocidad. Lamentablemente los cambios traerán progreso, pero muchos aspectos valiosos y atractivos se perderán para siempre. ¡¡¡ Visiten V i e t n a m y apresúrense antes de que se convierta en otro gigante asiático !!!

Desde mi atalaya madrileña y la in-seguridad de mi mundo desarrollado, me despido en esta noche de verano, en la que el cielo añil y estrellado de la capital de España me ayudará a conciliar un sueño apacible y reparador.

Buenas noches Hanoi, Halong, Sapa, Hué, Hoi An, Da Nang, Mui Ne, Mekong y Saigón.