Buenas noches.
Antes de entregarme a un sueño profundo pero escueto, de esos que la autora de Neurociencia de la Felicidad califica como altamente nocivo para la salud física e intelectual, reflexiono unos minutos con los ojos cerrados y el libro de mi admirada amiga Mado Martínez, recién terminado, aún en mis manos. Lo deposito con cuidado en la mesita de noche, junto al malquisto despertador que marca, con su única aguja inmóvil, las seis de la mañana, exclusivo momento del día en el que ejercerá su infausto protagonismo. Me dispongo a apagar la luz, pero necesito mirar de nuevo la foto de la solapa que me hace sonreír. Esa en la que aparece Mado con aires de Mafalda adulta, pero igual de pícara. Y le pregunto, como si hablara con ella: ¿en verdad, existe la felicidad ? De ser cierto, ¿dónde se encuentra exactamente? Y, ¿por qué es tan esquiva con los que la buscan sin descanso durante toda la vida?
Soy psicóloga y, por lo
tanto, conocedora de la mayoría de las tesis y razonamientos que Mado expone en esta guía, que quiere ser una herramienta para ayudarnos a llevar una vida lo más satisfactoria posible. A pesar de ello, su lectura ha sido todo un ejercicio de repaso de lo ya aprendido que, de una forma inconsciente, vamos olvidando con el devenir de la vida, que no es ni más ni menos que un examen permanente. Muchas veces, en especial los que tenemos cierta edad, creemos que ya dominamos la materia y que nos lo sabemos todo, aunque solo sea porque nuestra vida ha sido más larga que la de otros, quien más y quien menos ha tenido que luchar y abrirse camino en esta jungla social y laboral, pero, sobre todo, porque las experiencias amargas se nos fueron incrustando debajo de la piel, para convertirse en nuestras inseparables compañeras el resto de nuestra existencia. Pero, mira tú por donde, lo que suele suceder es que nos sabemos la teoría, pero la práctica parece ir por un camino paralelo que nunca converge. Y, un día, sin más, caemos en la cuenta de que estamos suspendiendo estrepitosamente. Incluso, en el hipotético caso de que no fuera así, y progresáramos adecuadamente, no está de más perseguir la excelencia, máximo estadio de la ilustración, la pericia y la sapiencia, tan de moda en la actualidad. Y para ser excelentes, Mado nos facilita una serie de normas básicas y prácticas que nos harán la vida más fácil y dejaremos de ser hombres y mujeres tóxicos para nosotros mismos y para los que nos rodean.
En cualquier caso, lo más interesante para mí ha sido la vertiente social de las teorías de Mado, dadas las encrucijadas sociales y políticas en las que nos han colocado los tiempos líquidos y convulsos que este principio del siglo XXI nos tenía reservados como ciudadanos. Lo que vale a nivel individual es extrapolable a lo colectivo, porque los granos no hacen graneros, pero la idiosincrasia de los graneros conforma la personalidad de cada grano. Es interesantísimo el análisis de las reacciones colectivas y la confirmación de la necesidad de unos cambios socialmente revolucionarios. Aprovecho la ocasión para llamar la atención de la autora sobre la conveniencia de profundizar en el tema y contar con una guía que nos ayude a conducirnos en este terreno.
Mado cuenta con una inteligencia espiritual y un corazón muy bien amueblado, y el rigor científico es seña de identidad de la autora que, en este caso, descansa sobre sus propias vivencias y conclusiones, así como en los testimonios de personalidades del mundo de la Psicología y la Medicina que tienen mucho que decir al respecto. Me ha encantado descubrir que tenemos amigos en común, como el hipnotista Ángel Mateo, cuya experiencia personal linda con lo milagroso, o libros de cabecera que han tenido cierta trascendencia en nuestra vida y nos ayudaron a resolver enigmas y jeroglíficos trastornadores de nuestra conducta en momentos puntuales, como Tus zonas erróneas, de Wayne W. Dyer. Las páginas de mi ejemplar están escritas, marcadas, subrayadas, arrugadas... El volumen aparece arqueado, desencuadernado y muy deteriorado, pero me ha sido tan útil, que yo también lo recomiendo con mucho entusiasmo.
Aprovecho para incidir en algunas de las tesis de Mado, que me parecen más relevantes.
En primer lugar, un sabio consejo: conócete a ti mismo, aforismo griego atribuido a Sócrates. Y yo añado, y te querrás mucho más.
En segundo término, ojo con la sugestión y su ilimitado poder. Tanto para bien como para mal.
Cuidado con los altísimos niveles de estrés, que soportamos la mayoría, porque como dice Mado, la mente está distribuida por todo el cuerpo y, más temprano que tarde, sus consecuencias negativas se harán sentir.
La gente quiere ser feliz, de eso no cabe duda. Pero entendiendo por felicidad un estado de armonía interna y un sentimiento de bienestar que perdure en el tiempo, o sea, en plan oriental, y no como un pico de alegría y satisfacción pasajero, que es la forma en la que generalmente percibimos la felicidad en Occidente. Como ejemplo, muy gráfico por cierto, me viene a la memoria la imagen de una de nuestras más ilustres escritoras, Ana María Matute, el día en que recibió la noticia de la concesión del Premio Cervantes de las Letras. Era emocionante verla gritar "Soy feliz, inmensamente feliz" mientras su entusiasmo la hacía levantarse de su silla de ruedas. Una mujer que sufrió, entre otros, un episodio de depresión que le duró casi veinte años, durante los cuales no fue capaz de escribir una sola línea. ¡¡¡ T e r r i b l e !!!
Bueno, amigos, sean valientes y afronten sus miedos, fantasmas y frustraciones y para ello compren este libro, ya que no solo se ayudarán a sí mismos, sino que también ayudarán a la divulgadora Mado Martínez, porque, por si no lo saben, gastar el dinero en beneficio de otros aporta enormes dosis de felicidad. Bromas aparte, no dejen de buscarla y persigan sus sueños, porque sin sueños no somos nada.
Felicidad... es Mado !!!
Buenas noches, que se me hace tarde.