Emilio Aragón, Miliki, nos ha dejado.
A los niños de treinta, cuarenta y cincuenta años hoy nos cuesta respoder ¡¡¡¡¡B I E N!!!!!! ante aquella machacona pregunta ¡¡¡ ¿Cómo están ustedeeeeeees?!!! que desde la pequeña pantalla de dos canales, nos demandaba cada tarde un grupo de payasos, en la década de los setenta. Aquellos cómicos forman parte de nuestra vida, de nuestro bagaje personal, de nuestro ADN intransferible. Nos acompañaron junto al bocadillo de Nocilla, intercambiaron cromos con nosotros a la salida del cole, y se sentaron en la mesa familiar donde nuestra madre desgranaba los guisantes, mientras el abuelo leía a Marcial Lafuente Estefanía fumando sin tregua sus sempiternos celtas cortos, y los pequeños hacíamos los deberes. Permanecieron a nuestro lado en la adolescencia, al abrigo del primer amor, nos vieron crecer y multiplicarnos, madurar, licenciarnos, democratizarnos, ser padres jóvenes y lozanos abuelos.
Es cierto y verdad. Una vez hubo un circo que nos alegraba el corazón. En cuanto sonaban los primeros compases de sus populares canciones infantiles, las tarareábamos una y otra vez, sin pudor y con desenvoltura, padres e hijos, hermanos y primos, amigos y vecinos. ¡¡¡¡Qué levante la mano quién no haya cantado alguna vez Feliz, feliz en tu día !!!, que pasará a la historia como la contrarréplica hispana al anglosajón Cumpleaños feliz.
Miliki pertenecía a una estirpe de artistas circenses, a una saga de comediantes ilustres que engrandecieron el mundo de la farándula, tantas veces denostado injustamente. Gracias a él, el término payaso abandonó para siempre cualquier matiz peyorativo, recuperando su mejor acepción: "artista que hace reír", Pero este titiritero singular no se paró en las barras de la gran nariz roja y los zapatones, sino que nos obsequió con su buen hacer al otro lado de las cámaras, consiguiendo un excelente resultado en el complejo e impredecible mundo del cine y las comedias musicales.
Pero yo, sin dejar de sumarme a todos los homenajes habidos y por haber, quiero, desde aquí, dar un paso más y honrar la memoria de Emilio Aragón, escritor. Durante los últimos tiempos, nuestra común agente literaria, Déborah Albardonedo, nexo imaginario pero tácito, ha intensificado la necesidad y la oportunidad de este sincero y emotivo recuerdo. Mi admiración y respeto por el Miliki novelista. "La providencia" y "Mientras duermen los murciélagos" son auténticos derroches de imaginación plagados de personajes inolvidables.
Esta noche no estamos ¡¡¡BIEN!!! Pero como dicen los artistas: "El espectáculo debe continuar" y Miliki, el payaso amigo de los niños y de los no tan niños, así lo hubiera querido. Pero, si de repente, su barba se redujera a tres largos pelos, o le picara imperiosamente la nariz, se encontrara con Ramón chutando fuerte y metiendo gol, o se cruzara en su camino el auto feo de papá, corra y asómese a la ventana. Seguro que entre la Osa Mayor y la Osa Menor, hay un cuerpo celeste más brillante, que parpadea intermitente con un guiño de complicidad, en un intento por transmitirnos pasión por la vida y alegría al corazón. Es la estrella de los inmortales.
Descanse en paz, Emilio Aragón, artista, escritor y compañero !