Niña bosnia. 1994.
A poco más de dos horas de avión desde Madrid, es posible plantarse con tan solo el DNI en cualquiera de las repúblicas de la antigua Yugoslavia. Es más que sorprendente que en este enclave tan cercano, en medio de una Europa unida en lo político y lo económico, haya tenido lugar hace tan solo algo más de una década, el conflicto bélico más sangriento desde la II Guerra Mundial. Hablamos de una contienda encarnizada y de una despiadada limpieza étnica que acabó con la vida de más de 100.000 personas.
Hace tiempo que quería visitar esta zona del Continente y aprovechando el ingreso de Croacia en la Unión Europea y unos cuantos días de vacaciones, decidí, casi sobre la marcha, realizar este viaje que se me empezaba a quedar pendiente.
Aunque la belleza y el interés turístico y cultural de las hermosas ciudades y los helvéticos paisajes pertenecientes a las repúblicas de Croacia y Eslovenia son ya reclamo más que suficiente para llevar a cabo la visita, no me queda más remedio que rendirme a la evidencia: el objetivo íntimo y personal de este viaje se focalizaba desde el principio en Bosnia y Herzegovina. Lo demuestran, sin duda, mi prisa injustificada por llegar al enclave y la especial emoción experimentada al entrar en sus capitales más importantes: Mostar y Sarajevo.
Como viene siendo habitual, los previos a la partida conllevaron la consulta de algunos libros de arte e historia, complementados en este caso con hemeroteca, al recordar, si bien de manera imprecisa, las crónicas de Arturo Pérez-Reverte durante su etapa de corresponsal, cuando, con el conflicto en plena evolución, allá por 1994, no paraba de denunciar la pasividad de la comunidad internacional en general y
Soldados serbios en Sarajevo.
Para los desmemoriados y los más jóvenes, les puntualizo que la década de los 90 estuvo marcada para el resto de Europa, por la labor de los informativos que, a través de los corresponsales de guerra, nos ponían al día con puntualidad cotidiana sobre la marcha de la guerra de los Balcanes y el especial castigo que sufrieron las ciudades bosnias. Aldeas enteras quedaron arrasadas y todos sus habitantes pasados a cuchillo. La batalla de Sarajevo no fue una batalla, sino un cerco que, en el argot militar, se denomina la "estrategia del hormiguero", consistente en el bloqueo de todas las salidas de la ciudad y el corte de la totalidad de los suministros, para proseguir, en una segunda fase, con el bombardeo aéreo y la intervención de los francotiradores, que hacían el agosto desde la atalaya natural que suponen las colinas que rodean la capital bosnia.
Mientras paseaba por "la Avenida de los Francotiradores", tomaba un café en el emblemático hotel Holliday Inn, cuartel general de la prensa internacional durante años, y me asomaba a los túneles subterráneos que los sarajevinos construyeron para defenderse de los ataques serbios, revivía de forma involuntaria el imaginario de aquel sitio medieval con armamento moderno, donde el 90% de los muertos se produjo lejos del frente, en las mismas calles de la ciudad. Pero Sarajevo no se rindió nunca.
¡Y qué puedo decir de la conmovedora visión del puente de Mostar! Tras recorrer el casco antiguo, con sus características calles medievales, estrechas y empedradas, una especial emoción se experimenta al escuchar a la guía local describir con detalle el asedio a la ciudad y la destrucción del puente, que supuso el derrumbamiento de todo un símbolo de la convivencia entre culturas. Hoy el puente viejo de Mostar, que une la orilla croata y católica del río Neretva, con la musulmana y bosnia, es Patrimonio de la Humanidad, desde su reconstrucción con fondos de la Unesco y su reinauguración en 2004.
Puente viejo de Mostar.
No es objetivo de esta reflexión incidir en el recurrete tema de la inutilidad de las guerras para la resolución de conflictos, ni la perniciosidad de los nacionalismos exacerbados, o la amenaza irrefutable de las doctrinas religiosas fundamentalistas que empujan al ser humano a convertirse en una suerte de depredador para los de su misma especie. Tampoco lo es analizar la génesis de un problema complejo, por las numerosas variables que, desde tiempos inmemoriales, lo determinan y que convirtió a los Balcanes, frontera natural de los imperios turco y austrohúngaro, en zona de perenne confrontación, cuyas poblaciones de uno y otro lado fueron alternativamente durante siglos, verdugos y víctimas en las diversas tragedias que les deparó la Historia. Pero sí es propósito de estas líneas llamar la atención sobre la inexplicable actitud de las grandes potencias, la OTAN y la ONU, que se limitaron a observar, desde la perplejidad, el conflicto durante años. Se enviaron cascos azules que no sabían qué hacer, se impusieron ultimátums que vencían sin respuesta alguna y, una y otra vez, se lanzaban amenazas que nunca se llevaron a cabo.
Lejos de poner en valor la experiencia acumulada, la historia se repite en cuantas ocasiones estallan conflictos étnicos, guerras civiles, enfrentamientos tribales, contiendas religiosas o conflagraciones de cualquier índole y en cualquier punto del globo, convirtiendo ciudades y países en infiernos apocalípticos e incontrolables. ¿Cómo es posible que la comunidad internacional, una y otra vez, se muestre remisa e inerte en sus actuaciones y sus organismos internacionales ineficaces y estériles para cumplir con sus mandatos fundacionales que, básicamente, se resumen en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales? ¿Qué clase de mecanismo subversivo y recurrente se pone en marcha para confirmar axiomáticamente que la instituciones supranacionales encargadas de la protección de los derechos humanos hacen dejación de sus responsabilidades en aras de oscuros intereses geoestratégicos, políticos, ideológicos o económicos? Nada hay más cierto.
Tras estas divagaciones un tanto genéricas y para ser justa, debo confesar que el fin perseguido en esta personal mirada a los Balcanes de hoy es resaltar, por su inusualidad, la celeridad y la eficacia con la que la comunidad internacional, en contraposición con lo dicho hasta aquí, acometió la reconstrucción de las ciudades destruidas durante la guerra. Sarajevo y Mostar son hoy dos capitales nuevas, sin apenas huellas visibles del conflicto, circunstancia que incide no sólo en la cuestión estética y turística de tan emblemáticos lugares, sino en el efecto balsámico que la reedificación en sí misma supone para mitigar los horrores vividos por la población.
Doce años no son nada en la historia de una nación, tan solo una gota en el océano del devenir secular de los pueblos y ese es el brevísimo lapso de tiempo que separa estas fotografías correspondientes al antes y el después de la reconstrucción de la biblioteca nacional de Sarajevo, bombardeada la infausta noche del 24 de agosto de 1992 y cuyas obras de rehabilitación terminaron en 2004.
Finalmente, el alto el fuego declarado en octubre de 1995 y los acuerdos de Dayton, firmados en París con la mediación de los Estados Unidos restablecieron la paz en la zona. Sin embargo, el gobierno bosnio no declaró oficialmente el final del sitio de Sarajevo hasta febrero de 1996, cuando el último serbio abandonó las posiciones alrededor de una ciudad reducida a cenizas.
Tras esta visita relámpago a las repúblicas ex yugoslavas y un imaginario tan bello como apasionante aún en mi retina, recomiendo a viajeros y turistas incluyan en sus listas de futuros destinos los enclaves más representativos de la "Eslavia del sur" que es el significado del término Yugoslavia. El visitante disfrutará de una mezcla de historia antigua y reciente, cultura y arte, bellezas naturales sorprendentes, ciudades medievales con influencias vienesas y venecianas, familiar gastronomía mediterránea y una costa dálmata cuyo mar Adriático se manifiesta en su máximo esplendor para todo el que quiera disfrutar de unas vacaciones de sol y playa.
Dubrovnik, la perla del Adriático.
... Y, para terminar, una breve conclusión: El hombre ha de ser sagrado para el hombre, como sagrada es su obligación de perseguir sin descanso la conquista de la tolerancia, que brilla tanto por su presencia como por su ausencia. Quien niega los principios básicos de la tolerancia, está negando su propio derecho a ser tolerado.
¡¡¡ Bienaventurados los tolerantes, porque ellos sientan las bases del cielo en la tierra !!!
La oscuridad y la guerra han dejado paso a la luz y la paz en las repúblicas de la antigua Yugoslavia y un futuro de esperanza y reconciliación se dibuja en el horizonte más cercano. Que así sea... !!!!
Buenas noches a todos los serbios, croatas, eslovenos, bosnios, macedonios y montenegrinos de buena voluntad.
Buenas noches a todos los serbios, croatas, eslovenos, bosnios, macedonios y montenegrinos de buena voluntad.
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