62 mujeres fueron asesinadas en España durante el año 2011, como consecuencia de violencia de género.
Es una axioma incuestionable que el poder del hombre sobre la mujer acompaña la historia de la Humanidad desde que el mundo es mundo. Un dominio masculino que, a pesar de la cultura, la libertad y la independencia de las que hoy gozan las mujeres, aún parece estar muy lejos de ser erradicada. En España, entre los años 2007 y 2011, más de trescientas de mis congéneres han pasado a mejor vida, gracias al "amor" de sus compañeros, parejas o ex parejas.
Ya en la Prehistoria, el hombre fue el cazador valiente, el aguerrido y fuerte macho, mientras su compañera se quedaba en la cueva cosiendo las pieles, cuidando a los hijos y a los pocos ancianos que llegaban a la vejez. Pero hasta nuestros días también llega, por la vía de la religión católica, la premisa de que la mujer pertenece al hombre, siendo creada por Dios a partir de una de sus costillas. Para la Iglesia oficial, el papel de la mujer se reduce al de consorte y acompañante, porque, en realidad, el Creador se apiadó de la soledad del ser creado y le facilitó una compañera.
Aristóteles decía que "La mujer es un ser inferior, un varón deforme o un hombre al revés" y Sigmund Freud, que se dedicó durante décadas a analizar el pesamiento de la mujer, concluyó sesudamente que todo el problema radica en que las féminas sentimos "envidia del pene".
¡¡¡¡ Qué cosas !!!
¿Y si todo fuera mentira? Porque no hay que olvidar que la historia del mundo ha sido escrita por varones. Es ahora cuando se sabe que la mujer Cromagnon acompañaba al hombre en las cacerías, y que la historia de Adán y Eva, la manzana y el pecado original, antiguo dogma de fe para los católicos, ya no supera un somero análisis teológico. Gracias a la ciencia sabemos que la mujer no es un hombre al revés, sino un ser completamente diferente, física y psíquicamente. Que no solo no es inferior, sino que puede superar con creces hazañas tradicionalmente masculinas. Y... está demostrado, en la actualidad, que no envidia ninguna de las partes del cuerpo del hombre, porque bastante tiene con entender y sobrellevar la idiosincrasia de su propia naturaleza.
¡ Caro precio paga una sociedad por las desviaciones de algunos de sus miembros ! 62 vidas truncadas, que ya no tendrán historia y cuyo recuerdo se perderá, más pronto que tarde, entre las estadísticas y los porcentajes que arrojan los sondeos de opinión. Pero lo peor es el tratamiento que, en demasiadas ocasiones, la Justicia hace de este problema cuando le toca el turno de pronunciarse. Desde julio de 2003 a julio de 2004, o sea en sólo un año, responsables de la Federación de Mujeres Progresistas han identificado, por la vía de los medios de comunicación, 80 sentencias machistas. Quien no recuerda el "caso de la minifalda" juzgado por la Audiencia de Lérida, cuya sentencia fue ratificada por el Tribunal Supremo. O el caso de Latifa Daghdadh, víctima de violencia de género por parte de su marido y a quien un juez consideró que no daba el perfil de una mujer maltratada, porque "vestía a la moda y llevaba anillos, curiosos pendientes y gafas grandes". La Audiencia de Barcelona condenó a pagar 90 euros a un hombre que golpeó salvajemente a su pareja e intentó prenderle fuego con un mechero. De juzgados españoles emanan sentencias que recogen afirmaciones de este tipo: "Llamar zorra a su ex mujer no es un insulto, sino una calificación que hace referencia a su astucia". "No hay dominación en dar patadas a su mujer en el suelo". "Amenazar de muerte a su mujer por pedir el divorcio no es delito". "Dormir en el suelo por miedo al marido no es maltrato", "Lesionar a la esposa no siempre es violencia de género". Y así..., suma y sigue.
Y, hete aquí que, emergiendo de las profundidades de la ciencia-ficción, aparece un "caballero" español de 71 años, o sea educado a la antigua usanza, José Manuel Castelao Bragaño, a quien el Ministerio de Empleo nombra, con pompa y boato, presidente del Consejo General de la Ciudadanía en el Exterior. Al segundo día en el ejercicio de su cargo, de su boca sale esta perla: "Las leyes son como la mujeres, están para violarlas". Y, yo me pregunto, ¿este descerrajador de los más elementales principios de la convivencia humana estará casado? ¡ Pobrecilla su señora ! Y me sigo preguntando, ¿y tendrá hijas? ¡ Dios mío, espero que no ! Para colmo, asegura que nadie le ha pedido que dimita de su cargo y que lo hace por motivos personales, que nada tienen que ver con esta desafortunada declaración.
Llegados a este punto, me cuesta opinar sin utilizar un lenguaje obsceno y barriobajero sobre la catadura moral de este representante de la ciudadanía española, a quien pagamos todos con nuestros impuestos. Desde aquí y controlando el calentón, no sólo exijo al Partido Popular que lo expulse de sus filas, sino que insto a las asociaciones de mujeres e instituciones públicas o privadas que luchan contra la lacra abominable del machismo y la violencia de género, que estudien seriamente la posibilidad de querellarse contra este varón. Mientras tanto y para abrir boca, yo le haría copiar mil veces,
Con demasiada frecuencia me planteo la siguiente cuestión: o yo no comprendo a los hombres o ellos no me entienden a mí. ¡¡¡ Vaya usted a saber !!!
En los albores del siglo XXI cada vez es más frecuente ese prototipo de hombre seguro de sí mismo, autocomplaciente, sobrado y prepotente, que se aturde frente a una rebelde convencida, que no pide permiso para actuar y que establece como primer punto de su decálogo existencial hacer lo que le da la real gana. Entonces, estos machos se descolocan, se ofuscan y se desorientan ante féminas que les plantan cara sin contemplaciones y les tratan de tú a tú.
Los hombres contemporáneos se llenan la boca de proclamar a los cuatro vientos su concomitancia con la manoseada "igualdad", pero a la hora de la verdad, ésta no es más que un término impuesto que se queda en los papeles. Tan modernos ellos, tan sensibles, con esa mentalidad abierta, creen que por repartir las tareas domésticas, equiparar los roles familiares, trastear en la cocina, practicar una paternidad responsable y aceptar una sexualidad femenina activa, han desterrado de sus vidas el machismo de antaño. ¡Pero qué va! En sus fueros internos persiste un temor ancestral, un rechazo innato hacia las hembras que manejan las riendas de su vida sin dependencia económica ni emocional de ningún tipo. El machismo actual es encubierto, velado, sofisticado, casi invisible por políticamente correcto, pero sibilino y perseverante.
Tener que demostrar constantemente la valía en trabajos de responsabilidad, es machista. Justificar por sistema una soltería elegida, es machista. Cuestionar la decisión de renunciar a la maternidad, es machista. Acceder a cargos por cuota y no por méritos, es machista. Sentirse incómodo ante una mujer audaz y desafiante, es machista. Castigar con palabras o reclamar disculpas por tener iniciativa y criterio propio, es machista.
Detesto el feminismo tanto como el machismo. Creo en la persona por encima del género, abogo por la conservación de la masculinidad y la caballerosidad y aborrezco a las mujeres que criminalizan a un hombre por el simple hecho de serlo, pero cuando la neurona descerebrada de algún gallito pretende restringir mi libertad de acción o decisión, se despereza la Lara Croft que llevo dentro y ese macho alfa va a encontrar en mí a la enemiga más implacable.
En algún lugar del mundo alguna mujer estará recibiendo en este momento el más duro castigo por el hecho de serlo. ¿A quién no le costaría dormir sabiendo esto?
Buenas noches y buena suerte a toda@s.
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