viernes, 19 de octubre de 2012

Una noche sin ánimo de lucro.



        

Cuando pensamos en las grandes Hazañas de la Humanidad, automáticamente nuestra memoria rastrea hasta dar con Cristóbal Colón, descubridor de América, Armstrong, Aldrin y Collins, conquistadores de la Luna, o Hyllary Edmund, primer alpinista en alcanzar el techo del mundo y poner un pie en la cima del Everest. A estos acontecimientos prodigiosos, podemos sumar recientemente el heroico salto desde la estratosfera del austríaco Félix Baumgartner, rompiendo la barrera del sonido y pulverizando tres récords de una sola vez. Hasta aquí todo correcto...

Pero, hoy y ahora, quiero romper una lanza en favor de otras hazañas no menos legendarias, esas cotidianas, silenciosas, perseverantes, laboriosas, sin pretensiones ni dobleces, que llevan a cabo dos mil hombres y mujeres, voluntarios de los 54 Bancos de Alimentos españoles, cuyo desafío épico no es ni más ni menos que el auxilio a los desfavorecidos, la salvaguarda de los necesitados, la reparación de la injusticia y el amparo de los vulnerables y excluidos. Y, yo me pregunto, ¿ hay hazaña más notable y extraordinaria que la lucha sin tregua en favor de los desheredados de la tierra y bienaventurados por el hijo de Dios ?

Como primera reflexión y al hilo de lo expuesto, me gustaría aportar unas breves consideraciones sobre nociones tan presentes en nuestra vida como la solidaridad o el voluntariado. Aunque ambos conceptos están estrechamente relacionados, no son sinónimos, tampoco un concepto conduce necesariamente al otro, pero sí es importante apuntar que por medio de la solidaridad se puede llegar al voluntariado y que, en bastantes ocasiones, el voluntariado descansa en la solidaridad. Por la solidaridad, salimos de nuestro yo y nos acercamos al otro, y al encontrarlo nos encontramos a nosotros mismos. Para otros, más pragmáticos, la solidaridad podría definirse como la materialización de la obligación natural de los individuos y los grupos humanos de contribuir al bienestar de los que tienen que ver con ellos. Llegados a este punto, tengo que concluir que el nexo entre voluntariado y solidaridad es el altruismo, concebido como un comportamiento generoso no guiado por el propio interés. Los voluntarios, además, son personas que tienen sus necesidades cubiertas, y que disponen de ese bien que es precioso e irremplazable: el tiempo, es decir, que destinan parte de él a actividades y servicios que redundan en favor de terceros y, todo ello, desde la gratuidad económica que generan sus intervenciones.

Pero es preciso añadir que la solidaridad es una respuesta a la injusticia, porque en la sociedad del siglo XXI no todos participamos de los recursos de la misma manera. Por eso, desde el voluntariado y la solidaridad, se debe mantener una visión crítica, porque al realizar acciones solidarias en pro de mayores cotas de bienestar social, lo que perseguimos es que lo conseguido solidariamente para los demás se convierta en un derecho que, con el paso del tiempo, se consolide en nuestros receptores. Este aspecto crítico viene al hilo de que, en ningún caso, hay que olvidar que la solidaridad del voluntariado nunca podrá sustituir el derecho al bienestar social que deben facilitar las Administraciones públicas. De manera que, a través de la educación formal y no formal, es preciso inculcar a niños y jóvenes la creencia de que, además del derecho a la salud, a la educación, al voto, etc... existen otros derechos sociales que deben estar cubiertos desde el ámbito público, con el fin de atender las necesidades de integración, de convivencia, de sociabilidad, que igualmente demanda el ser humano.

Bueno, pues, por fin, llegó el ansiado día. Hoy, 26 de octubre, la Federación Española de Bancos de Alimentos, a través de su presidente, José Antonio Busto Villa, recibirá oficialmente el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en su edición de 2012, de manos de S.A.R. Don Felipe de Borbón. Hora es, por tanto, de dedicar un sincero homenaje a ese ejército de voluntarios que en compacta formación, como las legiones romanas, planta cara a diario a las dificultades en las que se desarrolla el devenir de una parte de nuestros compatriotas, lamentablemente, más numerosa cada día. Justo es recordar, al mismo tiempo y en análogo nivel, a las 3.000 empresas privadas y entidades bancarias que colaboran con la Federación en esta gesta singular, motivo de exigua atención por parte de los informativos.


Conocí a José Antonio de una manera casual, como entran en nuestra vida las personas decisivas. Desde el minuto uno en que cruzamos las primeras palabras, me habló de su labor al frente de los Bancos de Alimentos, transmitiéndome, sin sombra de duda, que son su leitmotiv. De tal manera me "sedujo" que, más pronto que tarde, estaba considerando la posibilidad de colaborar con el proyecto desde mi condición de escritora, para lo que, como no podía ser de otra manera, me puse a su entera disposición. Con el tiempo, nuestra amistad se ha ido haciendo más sólida, al mismo tiempo que los Bancos se han convertido en una auténtica génesis de paliativos para los que carecen de lo básico. Han pasado los años y muchos más se sucederán, pero presiento que yo ya he quedado trabada a los Bancos para siempre.

La gestión de una organización tan compleja requiere no sólo de una mentalidad altruista y de un esfuerzo solidario, sino de auténticos conocimientos en dirección y administración de empresas, que solventen con éxito los mil y un problemas que surgen cada día cuando se trata del gobierno de unas estructuras repartidas por toda la geografía española, donde los medios son precarios y en los que se manejan cifras como estas: la dirección de 54 sedes sociales, la coordinación de 2.000 trabajadores voluntarios, la distribución de más de 100 millones de kilos de alimentos a un total de 1'3 millones de receptores. Todo ello implica la gestión de una intendencia por valor de 280 millones de euros, que se afronta con unos gastos de transporte y distribución, además de otros pormenores, calculados en 2.800.000 euros, aproximadamente. Es decir, por cada euro que reciben, los bancos lo transforman en cien. Tal vez podrían aprender del buen hacer de los hombres y mujeres que dirigen la organización, tantos gestores de lo público, para los que cualquier parecido con lo que significa optimizar los recursos es pura coincidencia.


En tiempos en los que parece inverosímil encontrar héroes consuetudinarios, que escapen a la tentación hipnótica del dinero, los españoles de bien nos descubrimos ante tanta generosidad, capaz de generar confianza en la Humanidad.

Enhorabuena, José Antonio. Felicidades a todos los hombres y mujeres que hacen posible este proyecto. Sois un ejemplo y la sociedad está en deuda con vosotros. Felicidades sinceras igualmente a todos los premiados en esta edición, cuyo denominador común, como en ninguna otra, parece ser la preocupación por mejorar este mundo convulso, injusto e inmisericorde que nos ha tocado vivir.

Buenas noches, a todos los voluntarios del mundo, tras un gran día difícil de olvidar.

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